El 1 de marzo, Carlos Skliar estuvo presente en el ISTLyR para iniciar uno de los primeros espacios de intercambio del año con la charla “Trayectorias Educativas y Discapacidad”. El encuentro es parte de una serie de actividades realizadas de forma sistemática desde 2016 que buscan abrir un espacio de debate y reflexión en torno a cómo pensar las diferencias y cómo proponer acciones pedagógicas concretas e inclusivas en el Instituto, es decir, en el Nivel Superior.
Junto al equipo de conducción, el Área de Acompañamiento Académico y Bienestar Estudiantil, y coordinadores y coordinadoras de las carreras, nos planteamos dos propósitos cuando invitamos a Carlos Skliar. El primero fue que nos llevara a pensar cómo las palabras que rondan en torno a las diferencias nos desafían a desarmarlas o, al menos, cuestionarnos acerca de los sentidos que circulan en nuestras prácticas y discursos cuando nos queremos referir a la inclusión de las diferencias. Y, por otro lado, cómo en este mismo campo –podríamos decir, el de la “discapacidad”–, “diferencias” es un término en el que se condensan una serie de disputas políticas y simbólicas que inciden en las intervenciones.
Skliar inició la conversación con una serie de reflexiones en las que planteó que la inclusión es más que una cuestión temática; toda presencia de un “otro no imaginado” pone en cuestión lo considerado “habitual”. Lo “habitual” es lo normal, lo corriente. “La inclusión ha venido a interrumpir, a perturbar el pensamiento sobre lo corriente” enfrentándonos a la pregunta: “¿Qué hacer con estos sujetos no ajustados?”.
Una opción, la espontánea, naturalizada, es entender por inclusión una batalla violenta por “acomodar al desacomodado”. En este camino insiste el “despotismo de la normalidad”, de la norma. Aunque se habla de incluir a los demás, en verdad lo que se da es una psicología de la normalidad que genera una presión “insoportable” para la vida de muchos sujetos específicos. Lo que nos propone es un ir en contra del discurso de la normalidad y poner en tela de juicio ese tipo de aserciones. Un relato sobre la normalidad es estrecho y mezquino: “Creo en una pedagogía generosa, no en una pedagogía de la mezquindad”, sostiene Skliar.
Para pensar qué implica esto para una institución de educación superior, nos propuso un recorrido por tres elementos que configuran el campo de la educación y la inclusión. El primero nos hace preguntar cómo recibimos las biografías que los otros nos ofrecen. El campo de la educación se ha hecho propedéutico (hacia el futuro, hacia un lugar/tiempo remoto) y muy pocos han trabajado esta idea en el presente. Lógica binaria entre la exclusión y la inclusión (cómo recuperar en presente esta voz, esta biografía de los sujetos en situación de fragilidad). La primera fuente no debería ser el texto jurídico sino un pronunciamiento ético/político. De ahí que “¿Cómo conversamos?” se convierta en la pregunta pedagógica por excelencia. “Pedagogía: arte de la conversación sobre qué vamos a hacer sobre el mundo y la vida”. “Jugar por una pedagogía de la diferencia implica borrar la idea de normalidad”. La segunda fuente es pensar qué ha pasado en estos cincuenta años de proyectos inclusivos en la práctica pedagógica. Muchos discursos de inclusión pecan de “voluntarismo inclusivo” y no afectan la vida concreta de los sujetos específicos. El tercer elemento es que el pedagogo tiene que dar una enseñanza de lo común: “Se trata de enseñar a cualquiera para que aprenda cada uno”, a su tiempo y a su modo. El maestro no debe asumir una posición de vigilancia que sancione lo anormal.
Carlos Skliar inició con esta presentación y diálogo la primera de las actividades de 2017 en el ISTLyR. Sus palabras nos obligan a reflexionar más que nunca sobre el rol de la educación en esta coyuntura en la que el “voluntarismo inclusivo” adquiere nuevas derivas significantes de la mano de políticas que dejan cada vez más rezagados a los “sujetos no ajustados”.
Profesoras Agustina Pérez Rial y Patricia Lizarraga