30 de abril: 48 Aniversario de la primera Ronda de las Madres de Plaza de Mayo

Cuando comprendí los alcances del término desaparecido en nuestro país, no pude eludir imaginarme como blanco de sospecha de la maquinaria represiva: por joven mujer, por estudiante de sociología, por judía, por militancia social en un barrio popular, por Pedagogía del Oprimido…

Luego, con dos hijes, hoy, con uno pisando la adolescencia, no pude eludir representarme otro plano, simple y obvio pero que dimensioné cuando fui mamá: “Las Madres”, mujeres-faro para mi generación que creció y salió al ruedo en los 90, antes de reconocerse como “Las Madres”, fueron madres. No pocas rondaban mi edad actual, cuarenta y tantos, cuando sus hijes secuestrades “las parieron”, como años después afirmarán.

Es un jueves de abril de 1977 y son las 5 de la tarde, tras un denso e infructuoso itinerario que incluye consultas en comisarías y dependencias oficiales, presentaciones de hablas corpus y solicitudes de audiencias, en todos los casos, ignoradas, 14 mujeres están desafiando la prohibición del derecho de reunión de la Junta Militar. Exigen públicamente que devuelvan a sus hijes, inauguran la primera ronda en torno a la Pirámide de Mayo, y los generales, advierte Jean Pierre Bousquet, pierden su primera batalla.

Los artífices del golpe están lejos de preverlo, van a denostar a “las locas de la plaza”, van a hostigarlas e intimidarlas, van a secuestrar, incluso, a tres de ellas.

Sin embargo, no logran quebrar el incipiente movimiento, de denuncia de la desaparición masiva y sistemática de personas en la Argentina, y, también, de contención afectiva mutua y cotidiana entre familiares de las víctimas. Aquella ronda fisura el silencio, desanda el aislamiento, y cabe revisitar en este punto a Hannah Arendt: fuera de todo cálculo, aquella acción tiene el carácter inesperado e improbable de todo comienzo, propio de la condición humana. Ciertamente, los efectos de la primera ronda contra el miedo persisten, se proyectan hasta nuestros días, y nos acompañan para capear los atropellos deliberados de este presente.

Paola Rubinsztain, docente del ISTLYR