Participación, invisibilidad y diversidad

–Travesías–

Por Verónica Berrutti*

El Programa Promotores de Educación depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires busca favorecer las trayectorias educativas de los niños, niñas y adolescentes pertenecientes a las familias más vulnerables de la comunidad a través del fortalecimiento del vínculo escuela-comunidad. De esta manera, la acción de los promotores de educación se orienta a colaborar con las instituciones estudiantiles de los Distritos Escolares que trabajan con población de bajos recursos, en los casos de ausentismo prolongado y/o deserción de los alumnos en el nivel inicial, primario y secundario, facilitando la relación entre la comunidad y la escuela.
   En abril llegamos, mi compañero y yo, al Programa para realizar nuestra práctica. Nuestro inicio fue con una serie de interrogantes que iban desde quienes conformaban el Programa, cuál era su origen, hasta cómo llevaban adelante su tarea. Para esto nos propusimos intervenir desde una visión social haciendo foco en la vida cotidiana que exige considerar la construcción de intercambios y reciprocidades dentro de un grupo, Así, intentar comprender centrando la mirada en los propios actores para tener respuesta a los interrogantes planteados.
   Entonces nos encontramos indagando para conocer el Programa desde la representación de sus integrantes, ya que ellos eran quienes podían recrearnos el territorio en el que estábamos interviniendo y así podríamos acceder al mundo del otro, según el modo en cómo lo interpreta, comprende y explica. Fue a partir de entrevistas individuales y grupales que fuimos reconstruyendo su historia a partir de los acontecimientos históricos-sociales que dieron origen al Programa.
   El Programa Promotores de Educación nace en un contexto socio histórico muy particular luego de la crisis del 2001, momento en que se profundiza la participación colectiva. Es así que su alumbramiento fue en el seno de una asamblea barrial de la red del barrio de Retiro. Esto fue constitutivo para la identidad del Programa. Entonces la figura del promotor de educación toma forma a partir de la preocupación que produjo el ausentismo escolar de los pibes de la villa 31.
   La escuela como actor institucional no daba respuesta a esa problemática y sostenía que puertas afuera no tenía jurisdicción. Entonces la red barrial planteó que el perfil de la persona que ejerciera de promotor debía ser similar al del barrio, ya que al pertenecer a la misma comunidad de los chicos conocería los códigos, la cultura y los mismos problemas.
   En el 2003 interviene el Ministerio de Educación para formalizar el Programa, con la denominación de Promotores de Educación, dentro del Área de Inclusión Escolar. Por su origen comunitario en el marco del derecho a la educación se define la figura del Promotor como intermedia y socio educativa. “Desde un dispositivo tan sencillo, los Promotores de Educación son muy potentes porque van en nombre del Estado pero con un lenguaje común con la población con la que trabajan”, sostiene Susana Labate la coordinadora general del Programa.
   La formalidad institucional no afectó la manera de llevar adelante la tarea en el territorio que continuó y continúa siendo profundamente participativa y comunitaria. Esto lo observamos en los espacios donde realizan tareas de promoción del derecho a la educación. La institucionalización muchas veces puede generar obstáculos que retardan o distorsionan la naturaleza de la participación. Es sabido que cuando hay un sistema donde son pocos los que piensan, mandan, sancionan y controlan la información, hay una la mayoría que es mano de obra, obedece, recibe sanciones y carece de información, el resultado es, entonces, la adaptación del funcionario público, quien se socializa estructurando una personalidad burocrática la cual funciona como factor inhibitorio de procesos participativos. Esta adaptación burocrática no se evidencia en las los promotores ya que trabajan articuladamente con otras áreas y programas del Estado, con organizaciones civiles dentro de villas y asentamientos con sus líderes barriales. Esta forma de trabajar les permite configurar una red compuesta por contactos políticos con referentes barriales, funcionarios, técnicos y dirigentes sociales.
   El punto bisagra de nuestra intervención fue cuando identificamos que la falta de visibilización era una problemática que debía ser abordada. Esta falta de visibilización del Programa la observamos en los espacios de difusión, donde los promotores de educación no cuentan con afiches ni con una imagen que funcione de logo para que se los identifique como tales. En este sentido se realizó un intercambio con uno de los referentes del programa para diferenciar los conceptos de identidad y visibilización para concluir que el programa cuenta con una identidad forjada en los catorce años de trabajo, pero dada la urgencia con la que han trabajado no les permitió pensar en una imagen que los visibilice en el trabajo de campo.
   Por esto, el abordaje de nuestro trabajo comunicacional con esta institución fue el de fortalecer la visibilización del Programa. Para lograrlo tuvimos que analizar las razones por las cuales los promotores no sentían la necesidad ser visibilizados como pertenecientes al Gobierno de la Cuidad de Buenos Aires.
   Como los promotores comenzaron búsqueda de los chicos que no iban a la escuela y recorrían el barrio no en representación del Estado sino como vecinos preocupados por la situación. Cuando se formaliza como Programa en los promotores no se genera una necesidad de ser visibilizados como parte institucional del Estado.
   Cabe recordar que los promotores de educación vienen de un tiempo crisis en el país, momento en cual proliferaron los movimientos sociales y las instituciones estatales estaban en crisis. Las promotoras que están desde su gestación eran beneficiarias del Plan Jefes y Jefas de hogar. Luego, cuando pasaron a formar parte del sistema educativo dejaron de ser beneficiarias de Plan para volverse trabajadoras estatales. El contexto historico muestra una falta de identificación, ya que muchos de los promotores que hoy son parte del Programa lucharon para que el Estado diera respuesta a sus necesidades, no vienen de un Estado presente. Así se ha ido desarrollando el promotor, en el cotidiano de la tarea laboral, una impronta desprendida de la pertenencia institucional. También al sumarse nuevos actores al Programa con una realidad diferente y con otra formación académica produjo una colisión de identidades diferentes con las consecuentes fricciones entre los miembros del grupo. Era otra problemática pero conocida por el equipo y estaban trabajando en ella.
   Los nuevos integrantes adoptaron la forma de funcionamiento del Programa, es decir con presencia territorial y con invisibilidad institucional. Por esto planteamos la necesidad de hacer visible lo invisible, era necesario que pudiesen ser conscientes de que ya no eran sólo vecinos que van de visita por las casas del barrio, sino que son Promotores de Educación pertenecientes a un Programa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
   Entonces llevamos adelante un trabajo en conjunto para que puedan ejercer el poder hacer, decir, contar y contar-se desde sus identidades para así cobrar visibilidad externa a través de la construcción de un logo que los represente e identifique. De este modo propusimos un taller para que repensaran los elementos del Programa: el perfil del promotor de educación, el perfil de los destinatarios, los objetivos y los logros alcanzados.
   El proceso de construcción fue colectivo e individual, generó lecturas comunes, sentidos que ayudaron a entender y entenderse, porque los sujetos en relación se alimentan mutuamente con el intercambio de saberes, conocimientos y experiencias. Lo educativo del proceso es que frente a ciertos discursos o a determinadas interpretaciones, se producen identificaciones subjetivas, y a partir de entonces transforman nuestras prácticas.
   Desde nuestra intervención nos propusimos incrementar el sentido de pertenencia dentro del grupo y, hacia afuera, como parte del Estado. Intervenimos para promover el diálogo de construcción, creación y transformación de significados que les ayudó a construir un logo para que les proporcione visibilidad fortaleciendo su institucionalidad y favorezca la aglutinación grupal desde la materialidad de la imagen construida. Fue una experiencia muy enriquecedora llevar adelante el taller para construir de forma colectiva un logo con un grupo tan diverso.
   La diversidad alude a la diferencia, la variedad, la abundancia de lo distinto o la desemejanza. Sostiene, Susana Labate que “lo que caracteriza a este Programa es su diversidad. Es diverso en su origen, en las personas que lo componen, en el modo de llevar adelante la tarea, el territorio en donde se implementa”
   Esto le aporta al Programa una configuración abierta a los aportes nuevos que ayuden a mejorar el trabajo que llevan adelante. Lo que conduce a “un fuerte trabajo articulado con otros en lo comunitario ya que los promotores no pueden hacer su trabajo de intervención barrial sin la ayuda de la comunidad porque ésta es necesaria desde lo más simple, como puede ser ir a la casa del chico que no va a la escuela, como terminar traccionando a toda la familia a la escolarización” sostiene Javier Medina, referente distrital. El Programa tiene una alta interacción intergrupal, con otros grupos, vecinos, gobierno, escuelas.
   La forma de llevar adelante la tarea también es diversa pero con un ingrediente común: “el compromiso” con el objetivo de incluir en la educación, no sólo a niños y adolescentes, sino a toda la familia, ya que terminan modificando la comunidad en la que las familias están insertas. “Con el fin de lograr que cada vez menos chicos dejen sus estudios se busca generar un cambio social auténtico porque la educación es clave para esto” sostiene Susana Labate. Para esto, cada promotor crea su propia estrategia para que la comunidad cobre conciencia sobre el derecho a la educación y pueda ejercerlo.
   Para acceder a la educación no basta con que sea pública y gratuita, sino que existe una multiplicidad de factores que obstaculizan que ese derecho se pueda ejercer. Dichos factores obstaculizadores van desde los estructurales (si hay pavimentación o no, distancia de la escuela, etc.), como la situación familiar (cantidad de hermanos, si los padres están y si tienen trabajo, violencia familiar, etc.) y los factores subjetivos (el valor que se tiene de la educación en cada familia, la priorización en las necesidades, sentirse capaz, de merecimiento). Todas estas situaciones tan diversas atraviesan los promotores al ir al territorio.
   Los Promotores de Educación tienen una visión emancipadora de la educación que problematiza situaciones concretas, objetivas y reales para actuar sobre el espacio territorial incluyendo a los que lo habitan. No realizan una extensión de la escuela hacia las zonas con problemas de inclusión sino que estimulan la participación mediante el empoderamiento del derecho a la educación de todos y todas.
   Empoderar significa formar a los actores sociales y brindar las herramientas para que puedan ejercer sus derechos y puedan participar como protagonistas de las decisiones en las que sus intereses se ven involucrados. Por lo tanto, el concepto de empoderamiento está vinculado al proceso de transformación que produce en los ciudadanos la movilización y el cambio social, porque este Programa fue iniciativa de los vecinos que se organizaron y comenzaron a intervenir para cambiar la realidad que estaban viviendo luego el Estado lo incorpora.
   En esta experiencia aprendimos que el rol del comunicador social cobra relevancia promoviendo el diálogo para la construcción, creación y transformación de significados que ayuden al desarrollo humano fortaleciendo su institucionalidad. Por esto, el rol del comunicador social en los procesos de transformación requiere del compromiso para que todas y todos puedan participar, proponer, reclamar, exigir, organizar, programar desde una forma colectiva. La intervención puede entenderse como una preparación de problematización de las prácticas sociales que se apoya, necesariamente, en lo teórico. Pero, también como la posibilidad de reconocer otros saberes que están en territorio, saberes de sus actores, de sus procesos y de sus modos de relación.
   Para concluir, durante el desarrollo de nuestra intervención pasamos por un proceso inicial de introspección, por las movilizaciones internas que nos produjo esta práctica. Aprendimos a usar las herramientas diagnósticas y a aplicar las teorías aprendidas en todo el proceso de intervención. Además, comprobamos la importancia de la construcción del vínculo con la organización con cual se va a trabajar. Para lograrlo es necesario tener en cuenta el lenguaje con sus particularidades culturales para fortalecer el intercambio de conocimientos y experiencias que posibilita generar contenidos propios para actuar sobre los problemas y pensar juntos una posibilidad de solución.

Bibliografía
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CARBALLEDA, Alfredo. “La intervención en lo social. Exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales”, cap. 4 y 5. Buenos Aires, Paidós. 2002
HUERGO, Jorge. “Nuevos horizontes de la comunicación/educación comunitaria y popular”, en Todas las voces todos. Buenos aires, Ediciones FARCO, 2010
SIRVENT, María Teresa. «Estilos Participativos, sueños o realidades» en Revista Argentina de Educación, Año 3 Nº 5,
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URANGA, Washington. “Democracia y ciudadanía: Responsabilidad de los comunicadores”, 2004; accesible en: http://www.wuranga.com.ar/images/propios/19_democracia.pdf
——————. “Intervenir. Reflexiones desde la Comunicación”, Cuaderno TPPC N°1, Buenos Aires/La Plata, 2012.
——————. “Conocer, transformar, comunicar: para incidir”, Mimeo, UNLP, Buenos Aires/La Plata, 2014.


 

*Verónica Berrutti es estudiante de la Tecnicatura en Comunicación Social Orientada al Desarrollo Local en el ISTLyR
veriss.nutrar@gmail.com

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