Alteridad y Educación: relatos desde el hedor

–Estaciones–

Reseña de Inventar lo imposible. Experiencias pedagógicas entre dos orillas, de Patricia Redondo y Pablo Martinis, Buenos Aires, La Crujía Ediciones / Editorial Stella / Fundación La Salle, 2015.

Por Ana Mazzino*

“El pensamiento como pura intuición implica,
aquí en Sudamérica, una libertad que no estamos
dispuestos a asumir. Cuidamos excesivamente la pulcritud
de nuestro atuendo universitario y nos da vergüenza
llevar a cabo una actividad que requiere
forzosamente una verdad interior
y una constante confesión”.
Rodolfo Kusch, “Exordio”, América Profunda 

“¿Qué procesamiento pedagógico hacemos
del padecimiento y del 
dolor
frente a las injusticias y la desigualdad?”

Enrique Dussel

 

A principios del 2015, el último libro de Patricia Redondo y Pablo Martinis salió a la luz. Una compilación, tal como su nombre lo indica, de «Experiencias pedagógicas entre dos orillas». Desde el comienzo, las experiencias allí retratadas nos permiten reflexionar acerca de lo (im)posible y además adentrarnos en algunas de las cuestiones centrales de la pedagogía.

Podríamos comenzar afirmando que la educación es una práctica social que ha sido definida a lo largo de la historia desde una pluralidad de sentidos y visiones. Sin embargo, más allá de las diferencias de enfoques, de metodologías y de sentidos, la cuestión del otro ha resultado central. Quienes transitamos el campo de la Educación Social hemos aprendido que, históricamente, la escuela moderna partió de la diferencia para homogeneizarla, construyendo parámetros de normalidad que, progresivamente, se convirtieron en el fundamento de la exclusión de todo aquello “anormal” o diferente, influyendo directamente en nuestra cultura y estableciendo qué es lo normal y qué es lo que queda por fuera. Desde esta perspectiva, esta tendencia homogeneizadora todavía vigente nos lleva a preguntarnos si es posible admitir la igualación admitiendo a la vez lo diferente como válido.

En principio, diremos que se trata de una pretensión paradójica, ya que la igualación sólo tiene sen-tido en función de la existencia de las diferencias. Resulta evidente que la igualación, a la par que pretende homogeneizar diferencias, construye parámetros acerca de lo correcto, lo normal y lo deseable, atribuyendo a lo diferente un rasgo de inferioridad y “barbarie”, constituyéndose a sí misma como una ficción irrealizable. Esto que parece un juego semántico, en realidad es una de los mayores desafíos que enfrentamos actualmente en el terreno de la educación. ¿Qué hacer con la di-ferencia que escapa de los cánones establecidos por nuestra cultura como normales? Desde sus recientes orígenes, tanto en nuestro país como en Uruguay, la Pedagogía y Educación Social asumió el desafío de alojar esa diferencia, centrando la restitución de derechos como uno de sus rasgos más característicos. Desde una perspectiva educativa nueva, este trabajo en los márgenes ha ido delineando un terreno de intervención alternativo que tiene en cuenta a estos sujetos que han sido sistemáticamente excluidos. La identidad profesional empezó a ser construida a partir de una tensión: abocándonos hacia lo que se define como «diferencia» en un intento por no reproducir la desigualdad imperante en el sistema capitalista, en esa frontera y frente a esa “otredad” pero, para-dójicamente, dejando todo un campo de intervención sin explorar en su totalidad. Y es que en la actualidad, “la otredad” se multiplican en infinidad de espacios que dejamos por fuera.

Redondo y Martinis nos invitan a interrogar estos discursos aprehendidos para dar paso a otros es-cenarios posibles que se despliegan del encuentro entre igualdad y educación. Tal es el caso, por ejemplo, del capítulo “Vuelta a la escuela. Acceso a la educación de jóvenes en situaciones de conflicto con la ley penal: una mirada desde la pedagogía social”, de Alicia Inés Villa en donde el punto de partida son los efectos (tanto en la vida de los sujetos judicializados como de sus trayectorias) de la estigmatización de la pobreza. ¿Cómo transformar el estigma en apuesta? ¿De qué modo podemos acompañar desde nuestros roles la vuelta a la escuela? Casi llegando al final del libro, la educadora uruguaya Virginia Alonso, en el artículo “¿Nuevas perspectivas para el cuerpo en la escuela? Reflexiones a partir de la incorporación del circo en la educación física escolar uruguaya”, introduce la dimensión corporal como apuesta por la igualdad, en la medida en que su inclusión moviliza e interroga a esos saberes y el conjunto de prácticas promovidas por la escuela. Todas las experiencias del libro resuenan en algún lugar de la formación y de la práctica. Desde ellas corroboramos que abrir las puertas a nuevos mundos, desconocidos e imprevisibles, conlleva la inmensa oportunidad de (re)inventar una educación que no se limite frente al estigma ni el tecnicismo, que no se aloje allí para encontrar su valor, y que no reproduzca fórmulas estandarizadas con el pretexto de contener a todos. El proceso de transmisión y el proceso educativo nos sitúan en el encuentro con un otro, en un vínculo que no es lineal y que coloca en el centro lo constitutivo de la condición humana en tanto alteridad y diferencia. ¿Cómo lograr que ninguna diferencia devenga sede de una nueva desigualdad? ¿Cómo lograr que cada quien, en ese territorio de lo común, sea un par, forme parte y tenga su parte?

En este punto, cada una de las experiencias relatadas en este libro son un modo de hacer frente a estos cuestionamientos, una puerta de entrada hacia la invención, un modo de comprometernos con los/as estudiantes sin descuidar las singularidades que lo conforman. Los/as educadoras que forman parte de esta compilación, han optado por asumirse como productores de sentidos entendiendo que la práctica es siempre una posibilidad de disputar, abrir, generar rupturas. Se han animado a pensar y actuar las escuelas -los espacios educativos- que quieren ser y promover. Desde allí, han interrogado esos sentidos del “deber ser” escolar, proponiendo espacios “que no renuncien a reclamarle al alumno el esfuerzo por saber” imaginándolo como “un lugar potente de confianza donde desafiar lo pre-escrito.”, como expresa Luis Cabeda en el capítulo 1, en donde retrata una experiencia acontecida durante los años 90s en una escuela de la Matanza. Algunos otros se han animado a pensar sus labores como las de un artesano: capaces de imaginar, alterar, e incidir en transformaciones, ampliando lo pedagógico, proponiendo lo inasible, lo inútil, “lo que es difícil detectar en las normativas, pero que a la vez se transforma en fuerte impacto en el capital simbólico y cultural de los jóvenes y niños”.

Sabemos que las apuestas no están exentas de incertidumbres, temores y nuevas preguntas. No obstante, re-pensar las formas nos habilita la posibilidad de considerar, para empezar, que hay diversidad de modos a la hora de gestionar-planificar-construir instituciones. Los espacios educativos -así nos alientan los relatos de este libro- pueden ser un amigable espacio-tiempo donde encontrarnos de un modo amoroso, creativo, con nuestro propio paisaje. Los Estados, pensaba Foucault, pueden ser entendidos como realidades compuestas y abstracciones mitificadas, que deben ser estudiadas en sus cambiantes especificidades históricas, sociales, económicas, políticas. Entonces, cabe reflexionar y preguntarnos ¿qué tipo de educación y qué instituciones escolares queremos? y, quizás más importante, ¿qué sujetos pedagógicos queremos construir?

*Ana Mazzino es estudiante de la Tecnicatura Superior en Pedagogía y Educación Social del ISTLyR.