¿Recreación para qué mundos? Aportes para una ética de la recreación

–Rondas de apertura–

Por Alejo Montoya Saab*

Una inspiración colectiva

Pepa – No entendí si la última vocal de esa frase es larga o corta.
Alejo – Es que no lo sé, a veces la hago larga y a veces corta.
Pepa – A ver, cantala otra vez y alargá la última vocal.
Así lo hice y me sorprendí por lo lindo que quedaba.
Alejo – Queda buenísimo! Es larga!
Pepa – Esperá, esperá! Ahora hacela de nuevo pero corta.

Lo canté de nuevo y tuve una sensación encontrada, porque también me gustó mucho.

Alejo – También me encanta!
Pepa – ¿Viste? Lo que queda bonito es elegir.

Hace un par de años tuve la suerte de tomar clases de canto con Pepa Vivanco. Este diálogo sucedió mientras trabajábamos la interpretación de una canción.

No estoy seguro si Pepa se dio cuenta en ese momento de la profundidad de sus palabras. De lo que sí estoy seguro es que ese día comprendí algo. Algo que tiene sentido más allá de lo estético y lo musical.

Elegir queda bonito y no sólo eso. También es un elemento fundamental de nuestras prácticas y resulta indispensable para definir su potencia transformadora y liberadora.

¿Qué hacemos?
¿Cómo hacemos?
¿Para qué hacemos?
¿Desde dónde y hacia dónde hacemos?
¿Qué podemos modificar para ser más certeros en nuestras prácticas?
¿Qué aspectos de la recreación aportan a la generación de otras posibilidades de mundo?
¿Cómo aporta la recreación a los procesos de transformación social?

La intención de este ensayo es dar cuenta de experiencias que venimos llevando a cabo muchas de las personas que trabajamos en los ámbitos de la recreación, el juego, la educación popular y el arte entre otros.

Todas experiencias que aportan de diversas maneras a la construcción de libertad, creatividad, autonomía y autogestión desde una mirada que implica la transformación social como objetivo mayor.

Estas reflexiones quieren ser un aporte para afianzar y mejorar nuestros logros. Para que nuestras elecciones al momento de organizar nuestro hacer tengan cada vez más el sentido de nuestros sueños.

Todo lo aquí expresado es fruto de construcciones colectivas. Errores, reflexiones, anécdotas, praxis junto a colegas, amigxs y compañerxs de camino. Para valorar este carácter grupal de las ideas voy a expresarme en plural. Además utilizaré la “x” como recurso para referirme a todos los géneros y no sólo al masculino.

Más que un método, una práctica integral
“Vos que sos técnico en recreación hacete un jueguito”.

En nuestros años de experiencia en recreación nos hicieron muchas veces este pedido. En el mejor de los casos tiene la intención de hacer más amena alguna reunión o tarea. Pero la mayoría de las veces (intencionalmente o no) tiene el efecto de distraer, de que “bajemos la guardia”, de que nos sintamos cómodos para que sea más sencillo mantener o imponer algo sin que se generen cuestionamientos.

“Vos que sos técnico en recreación, ¿qué juego puedo hacer para….?”.

Este es otro pedido que solemos escuchar cuando saben a qué nos dedicamos. Aunque esta visión de nuestra profesión se basa en la idea de que lo que hacemos puede tener objetivos más allá del entretenimiento, no ve que esta capacidad de adecuar actividades en función de determinados objetivos es sólo una pequeña parte de la recreación.

Suele pasarnos que nuestro trabajo tiene una gran dosis de ser algo así como “traductorxs”. Tenemos la capacidad de unir los “qué” (actividades, juegos, dinámicas) con los “para qué” (objetivos) creando los “cómo” (métodos).

Esos “cómo” suelen ser pertinentes y también convocantes, atractivos. Proponen una implicación integral de las personas y no sólo de nuestros cerebros.

Podríamos trabajar de “traductorxs” de muchas cosas (de hecho hay técnicxs en recreación en los lugares más insospechados) pero quienes asumimos el compromiso por desarrollar nuestra vocación en el campo de la recreación con una clara opción por la vida, la libertad y la creatividad, sabemos que no somos sólo traductorxs.

Es cierto que la dimensión metodológica de nuestras tareas tiene una gran presencia en lo que hacemos. Justamente por eso es necesario darle su importancia también a las otras dimensiones: para lograr que nuestros actos estén llenos de ideas, valores, políticas, emociones, sueños, esperanzas; y se desarrollen a través de metodologías pertinentes con la integralidad de nuestras intenciones y no sólo con el dinamismo en el hacer.

Cuando trabajamos en grupos y comunidades, abordando procesos recreativos liberadores, subyace en nuestro trabajo la intención de que podamos crecer juntxs en nuestra capacidad de elegir, decidir, inventar. En el sentido más amplio que podamos recrear y recrearnos cada vez más y mejor.

De alguna manera estamos proponiendo despertar la esperanza. Una esperanza que es autónoma, que no depende de nada externo a nosotrxs. Una esperanza que viene de adentro y la crecemos en colectivo. Una esperanza que nos ubica como creadorxs de mundos.

Quienes encaramos nuestra tarea desde esta mirada, asumimos la recreación como una forma de hacer, sentir, mirar, reflexionar, transformar y amar el mundo.
No es la única forma ni es mejor que otras. De hecho, es poco probable que logremos cambios profundos sólo desde la recreación. Pero la recreación como disciplina implica aspectos de nuestro “ser humanxs” que necesitamos desarrollar. Y se vuelve sorprendentemente potente cuando logramos darle su lugar.

Nuestras propuestas tienen mejores posibilidades de despertar esperanzas cuando las preparamos con coherencia. Coherencia entre las acciones que proponemos, los métodos que utilizamos, las políticas que aplicamos, las ideas desde donde y hacia donde miramos el mundo y las actitudes con las que emprendemos.
A veces logramos esta coherencia a propósito y es algo planificado. A veces la logramos y nos damos cuenta después. A veces somos coherentes y ni nos damos cuenta. Y por supuesto, muchas veces no lo somos.

Cuando nuestra propuesta hace sentido y lxs participantes lo disponen, vivimos una experiencia que nos conmueve: nos mostramos por un rato las bellezas más sublimes de ser humanos. Suceden cosas como abrazarnos con desconocidos, reirnos a carcajadas, contar y escuchar nuestras profundidades, desnudar nuestras vergüenzas, expresarnos desde el corazón, apasionarnos con ideas, buscarnos en obras de arte y encontrarnos en una ronda.

Cuando esta “magia” habita nuestras propuestas, tiene que ver con una multiplicidad de factores, muchos de los cuales no manejamos. Definitivamente no somos dioses y no podemos decidir lo que va a pasar (por suerte!) pero hay elementos que sí están a nuestro alcance y que son nuestra responsabilidad.

Para que estos elementos colaboren sinérgicamente en nuestras propuestas, necesitamos ejercitar. Una propuesta recreativa integral es consecuencia de un acto a propósito y no de la casualidad. Y para actuar a propósito con integridad y coherencia, necesitamos elegirlo y entrenarlo.

Un ejercicio necesario
En el curso de líderes comunitarios “Hacé tu Barrio” les proponíamos a los grupos que estaban cursando el 3er nivel que realicen una intervención en un espacio público. Para esto, tenían que articular con una organización que estuviera trabajando en el territorio de modo que el evento aportara a sus objetivos.

En un encuentro preparatorio del evento, trabajamos el tema de las intervenciones “paracaidistas” y las intervenciones “articuladas”:

Profe – Una intervención articulada es cuando averiguamos qué está pasando, quiénes vienen trabajando, cuáles son las necesidades de la gente y hacemos que nuestra propuesta aporte al trabajo que se viene haciendo. A la vez, al articular con una organización del lugar, nos aseguramos que va a haber una continuidad de ese trabajo al cual nos sumamos con el evento.
En cambio, la intervención paracaidista no tiene en cuenta nada de lo previo, se hace sin saber si le va a servir a la gente del lugar y lo más probable es que luego no tenga continuidad. Si hacemos una intervención paracaidista ¿qué queda cuando nos vamos?

La respuesta que lxs profes teníamos por obvia era que no quedaba nada, pero Leandro, uno de los jóvenes del curso, nos dio otra respuesta mucho más rica:

Leandro – Queda un vacío.

Para nosotrxs la intervención paracaidista resultaba inocua. Para Leandro la intervención paracaidista generaba un daño. Le dábamos existencia a un vacío que antes no había.
¿Por qué necesitamos entrenar la coherencia y la integridad para lograr propuestas grupales y comunitarias en las que podamos aprender sobre la libertad?

Porque si el sentido de nuestro trabajo tiene que ver con la creatividad, la libertad, la autonomía, el amor, no va a ser fácil realizarlo. Nos vamos a topar con personas, grupos, instituciones que precisan de la repetición, la dominación, la dependencia y el miedo en sus múltiples formas para mantener su estatus privilegiado a costa del desprecio de la vida de otros.

Porque los paradigmas y sistemas en los que está organizado el mundo hoy acá (homogeneización, mecanicismo, capitalismo, consumismo, “el tener” disociado “del ser”, individualismo, sexismo, uso vertiginoso del tiempo, explotación, acumulación de “mal poder”…) funcionan basados, entre otras cosas, en la fragmentación, la manipulación y la dependencia.

Esta dependencia es instalada a partir de un doble mecanismo: la desvalorización de los saberes tradicionales (saberes flexibles, sutiles, locales, enraizados en un territorio concreto). Y simultáneamente la imposición de “pseudo saberes” requeridos por el sistema.
Esta desvalorización de los saberes propios se impone a través de una ola irracional de desprecio a lo propio. Es irracional porque los mecanismos que operan para implantar este estado de vergüenza por los saberes y formas tradicionales no apuntan a la razón, sino a los afectos. A través de la manipulación especializada de los afectos influencian los deseos para educarlos en el sentido buscado por el sistema.

Un ejemplo de esta desvalorización irracional es la negación a aprender y darle continuidad a elementos culturales propios de los pueblos (la lengua materna, los usos medicinales de las plantas, la historia local, etc) por relacionarlo con algo inferior o “inculto”. Otros ejemplos son la pérdida de sentido de los espacios públicos; el abandono de la costumbre de juntarse para resolver necesidades; el intento de resolver cuestiones afectivas comprando cosas. Todas situaciones que no son posibles de injertar en comunidades donde las formas que surgen del bien común y tienden hacia él, están presentes en las decisiones cotidianas.

¿Por qué los saberes tradicionales son un elemento a descubrir, cuidar y hacer crecer? Porque suelen tener varias de estas características que los vuelven valiosos para la salud de un grupo o comunidad:

– Son saberes múltiples puestos en común. Surgen de diferentes experiencias de vida y son validados por el colectivo.
– Son rebeldes a manipulaciones exteriores. Están anclados en hechos concretos y en creencias profundas que los vuelven resistentes ante nuevas opciones. Cuando se modifican, lo hacen de manera progresiva y precisando demostraciones reales y razonables de que lo nuevo tiene sentido.
– Expresan una visión desde el interior de un tejido de reciprocidades. Una visión compartida de lo que hace falta aquí y ahora.
– Visión que tiene su mayor peso en el presente. Un presente que está en resonancia con una historia conciente y con la proyección de un futuro deseado. Un presente denso y concreto que vibra con la memoria y la expectativa.
– Es una expresión del sentido común de la gente que habita una comunidad. Son flexibles y sutiles por el hecho de estar presentes en las decisiones cotidianas.

Estas características suelen estar presentes en los fundamentos de las prácticas recreativas que tienden a la autonomía, la libertad, la creatividad y los vínculos sanos.

Para que tengan su cauce en acciones concretas es necesario identificar cómo lo hacemos y ejercitarnos para desplazar las reacciones automatizadas que hemos ido incorporando en nuestra vida, que muchas veces nos llevan a generar esos vacíos que nombra Leandro.
Ejercitarnos para tener disponibles acciones que den materialidad a nuestras ideas, nuestros valores, nuestras creencias.

Aportes desde el campo de la recreación
Como parte del proyecto “América Jugada” tuvimos la oportunidad de compartir junto a la asociación civil “Wara” algunos encuentros de un proyecto de fortalecimiento de líderes comunitarios con referentes de las comunidades de la región de Anta, en las afueras de Cuzco, Perú. Vinieron unas 20 personas de distintos parajes, todxs referentes en sus comunidades. La mayoría hablaba castellano además de su lengua materna, el quechua.

Propusimos varios juegos que nos iban llevando a resolver en conjunto algunos desafíos y luego propusimos una dinámica en la cual sobrevolamos sus comunidades. Hicimos una mirada desde lejos y luego nos lanzamos a la tierra (tratando de caer en algo que amortigüe el aterrizaje) y miramos desde adentro. De la combinación de ambas miradas propusimos listar 5 necesidades de cada comunidad y ordenarlas por prioridad. Surgieron algunas necesidades en común y otras particulares de cada zona.

Una de las necesidades que surgió en todas las comunidades fue la salud. Pero una referente dijo en ese momento que ellxs no tenían esa necesidad porque en su pueblo había una sala de salud.

Esto planteó un debate muy rico en el que escuchamos cómo cada comunidad gestionaba su salud. Todas tenían experiencias valiosas y también cosas que aun no podían resolver. En ese debate hicimos este aporte que nos permitió ampliar la mirada para reflexionar también sobre lo valioso y lo que era necesario mejorar en la comunidad que sí tenía sala de salud.

Coordinadores de América Jugada – Supongamos que vamos 5 personas a atendernos a la sala: uno de nosotros (claramente extranjeros), Alex (profesor en Anta), un hombre de su comunidad, Carlos (el referente de Wara de Cuzco), y usted. ¿A quién atienden primero?
La referente de la comunidad – Primero a usted, por ser extranjero. Después a Carlos porque es un señor y viene de Cuzco. Luego a Alex porque es profesor. Después al hombre por ser hombre. Y última yo, por ser mujer.

La referente de la comunidad no tuvo ninguna duda. Fue una respuesta rápida y certera. Eso planteó nuevos puntos de vista en el debate y nos sirvió para identificar las ventajas y desventajas de cada una de las formas de resolver la salud.

Pasamos de ver la sala de salud como lo necesario, a preguntarnos cómo queríamos que fuera un espacio de salud para las comunidades quechuas de la región de Anta.
Al trabajar con propuestas que fortalezcan la capacidad de los grupos y comunidades de elegir, crear, satisfacer sus necesidades con mayor independencia y generar formas sanas de vincularse estamos abriendo el juego a nuevas formas de organización, habilitando otras maneras de hacer y de ser.

A la vez, estamos dificultando el funcionamiento subrepticio de los mecanismos de autoafirmación de los sistemas alienantes que dan continuidad a las desigualdades y permiten la dominación de unos sobre otros.
Por ejemplo, nuestro trabajo suele promover la capacidad de identificar necesidades en diferentes niveles. A veces son necesidades internas de un grupo, a veces necesidades que el grupo define para mejorar el contexto que habita, a veces son necesidades que implican coordinar con otras organizaciones y se refieren a una región.

Como participantes de un grupo, al vernos en la situación de ir haciéndonos cargo de lo que hacemos, vamos reaprendiendo a decidir qué es lo importante, cómo lo vamos a resolver, que implicancias tienen esas decisiones. Y en ese proceso vamos regenerando un lazo muy debilitado actualmente: el lazo entre el deseo y la razón. Que, dicho de otra forma, es la capacidad de desear cosas razonables y también la capacidad de no desear cosas que no son razonables (por ejemplo deseos que hagan peligrar el equilibrio ecológico del lugar que habitamos).

Este lazo se hace más presente cuando nuestros sistemas de referencia están basados en saberes del interior de un grupo, comunidad o región. Las decisiones que vamos tomando surgen de las experiencias vividas, del lazo con el lugar que habitamos, de la representación colectiva de lo que es bueno y realmente necesario.

Al reforzar el lazo entre el deseo y la razón también estamos generando dispositivos que plantean límites para la desmesura interna y filtros para las manipulaciones externas. De esta manera vamos entramando una red de cuidados que van a mejorar las posibilidades de ese grupo o comunidad para elegir con mayor conciencia sus acciones y, simultáneamente, un “sistema inmunológico” para las manipulaciones externas que persiguen intereses que no son propios de la comunidad.

Redes, límites y horizontes
En “Casa San Pablo” (un centro comunitario de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata situado en San Miguel, Provincia de Buenos Aires) ofrecíamos una gran cantidad de servicios para la comunidad. Con participación de jóvenes y mujeres del barrio, se habían creado grupos de actividades para niñxs, jóvenes y mujeres, un comedor comunitario, talleres artísticos y un proyecto de atención psicológica llamado “pensarse para recrearse”.
Analía era la coordinadora de “pensarse para recrearse”. Como parte de su trabajo atendía semanalmente a “Juan”, un pibe del barrio que participaba de las actividades de la casa hacía tiempo.

Hubo un robo de equipos en la casa y supimos que “Juan” estaba involucrado. Después de muchas charlas entre todxs lxs que llevábamos adelante el centro comunitario, decidimos que “Juan” no podía entrar más a la casa hasta que pudiera respetar las reglas que implicaban participar.

Esta decisión nos ponía ante una gran contradicción: ¿cómo seguir acompañando a “Juan” sin que entre a la casa? Sabíamos que si lo expulsábamos estábamos reforzando las condiciones que lo llevaban a actuar de esa manera.

Entonces fueron surgiendo otras opciones más complejas en las que entendíamos que poníamos un límite a la vez que seguíamos ofreciéndole el espacio. De las variadas ideas que surgieron elegimos que Analía siguiera atendiendo a “Juan” en un tronco de árbol que había en la puerta de “Casa San Pablo”. Si él seguía viniendo al espacio de psicología, cuando él quisiera y Analía estuviera de acuerdo, iba a poder participar de otras propuestas.

Esta red de cuidados que favorecemos al trabajar desde la recreación en procesos para la libertad, implica recuperar la ligazón entre el cuidado de unx mismx, el cuidado de lxs otrxs y el cuidado del ámbito en el que vivimos.

Las experiencias grupales nos permiten descubrirnos, descubrir nuestras riquezas, nuestras potencias y ponerlas en acción. La combinación que genera el tener objetivos comunes, el ir desarrollando vínculos reales a través de lo que hacemos y tener un tiempo y un espacio compartidos delimita un adentro y un afuera. Un límite flexible y permeable que co-creamos y que inaugura posibilidades.

En un ámbito que tiene su propia dimensión, su propia temporalidad y sus propias reglas, podemos percibirnos en relaciones concretas y vivas con otrxs. Otrxs con los que compartimos necesidades, ideas, sueños, angustias, peligros, miedos. Y sobre todo un sistema de referencia, una ética para la acción, que vamos construyendo en la articulación de las experiencias previas de cada unx y en las decisiones que pide la experiencia compartida.

El límite permeable y móvil que define “adentro” y “afuera” no es un intento de encerrarnos y dividirnos arbitrariamente, sino de compartir miradas, horizontes. Horizontes que son mediadores entre lo visible y lo que todavía invisible. Eso que aun no podemos ver y que haremos visible con el movimiento.

Este ejercicio grupal o comunitario de definir horizontes, elegir las formas y generar los movimientos aporta a la existencia concreta de múltiples posibilidades de acción, de diversas formas de “saber hacer” y modifica propositivamente la característica homogeneizadora del modo capitalista moderno que desconoce, borra y aniquila las distinciones para proyectar un espacio único.

Un espacio sin dimensión ni temporalidad en el que se borra hasta la posibilidad de distinguir un exterior de un interior, en el que no hay puntos de vista ni perspectivas diferentes. Un mundo mecanicista “científico” y “objetivo” que se plantea como único y eterno (así fue siempre y así será).

En la visión homogeneizadora la realidad se plantea como un mapa. Hay quienes ven ese mapa desde arriba pretendiendo una visión total y totalizadora. La acción desde esta visión es vertical y unidireccional.

En las miradas con horizontes, la realidad se plantea como un territorio con umbrales diferenciados. Estos umbrales, a la vez que nos cuidan, nos enriquecen en el encuentro con lxs otrxs. Quienes vivimos estos horizontes utilizamos mapas colectivos para movernos y no perdemos de vista que los mapas no son el territorio. Las acciones desde estas miradas son horizontales y recíprocas.

Al trabajar con grupos y comunidades podemos ejercitar en diferentes niveles las posibilidades que inauguran los encuadres. Para eso es necesario reconocer los umbrales que plantea la experiencia colectiva en tanto dan entidad a los mundos que nacen de esa vida compartida.

Prácticas integrales, mundos posibles
Cuando empecé a cursar en el Instituto de Tiempo Libre y Recreación a los 19 años, rápidamente me di cuenta que algo de lo que pasaba ahí adentro me resultaba convocante y a la vez necesario. Al poco tiempo me di cuenta que una de esas cosas era que no necesitaba dejar la mitad de mi persona esperándome en la puerta mientras cursaba (cosa que sí me pasaba en otros espacios educativos). La mayoría de las propuestas nos invitaban integralmente. Cuerpo, cabeza y corazón convocados en el desafío de explorar un campo de conocimiento aun joven, con recorridos muy valiosos y mucho por construir.

Otra de las cosas que me atrajeron tanto de la cursada fue que a medida que avanzábamos se hacía más clara y necesaria la grupalidad. Por supuesto que teníamos momentos de fluidez y otros en los que nos estancábamos. También había subgrupos en función de las edades, los intereses, el lugar donde vivíamos. Pero creo que salvo los primeros encuentros, nunca sentí que estuviera haciendo la carrera yo sólo. Siempre me sentí parte de un colectivo que iba transitando cada materia de cada ciclo.

También algo relacionado con los contenidos de las materias me resultó atractivo: nunca había pensado mucho en el tiempo libre y definitivamente nunca lo había visto como un ámbito de creación, encuentro, organización. La idea de que podíamos aprender a ejercer nuestra libertad a través de un proceso grupal de autogestión me pareció fascinante. Más aun porque el adentrarnos en esos conocimientos iba acompañado de vivencias que los ponían en cuestión y nos generaban la necesidad de construir los conceptos y las teorías en una fuerte relación con nuestra subjetividad como personas y como grupo.

Muchas de las personas, lugares y trabajos en los que participé complementaron mi formación como técnico en recreación y me permitieron ampliar la mirada, articular con otros campos de conocimiento e ir incorporando experiencias que me llevaron a intentar prácticas cada vez más integrales.

Actualmente el grupo con el que estamos naciendo un nuevo proyecto es “Ahora es Cuando, comunidad abierta de aprendizajes”. El proyecto lleva por nombre Centro de Educación Comunitaria Integral. Estamos recién comenzando, tenemos la esperanza de que se convierta en uno más de los tantos espacios que están haciendo realidad otros mundos posibles.

Quienes asumimos el desafío de seguir creando un mundo que se parezca más al mundo en el que queremos vivir tenemos que ser concientes que al elegirlo ya lo estamos creando. Y cada vez que no lo elegimos, estamos creando otra cosa.

Para ser certeros, creativos y pertinentes con nuestras acciones como profesionales de la recreación necesitamos ejercitar, tener disponibles las formas que realmente elegimos y no solamente las que aprendimos o nos impusieron.

Estos ejercicios necesariamente nos implican en todo nuestro ser, nos piden que asumamos siempre nuestra mejor versión de nosotros mismos. No sólo al asumir nuestro rol como referentes, sino también hacia nosotrxs mismxs y como parte de un ambiente que nos sostiene.

Creemos que este desafío precisa de miradas complejamente simples. Que tengan en cuenta múltiples perspectivas y se concreten en acciones posibles y cuidadosas. Que asuman los fragmentos de este mundo moderno de los últimos siglos creando formas que valoren los conocimientos que logramos obtener y les den un cauce para el bien común.

Un proceso organizativo (de un grupo, una comunidad o una región) que asuma como objetivo el buen vivir (en el sentido de estar bien con unx mismx, con quienes compartimos la vida y con el ambiente que habitamos) precisa estructurarse de abajo hacia arriba. No puede ser impuesto.

Tiene que incorporar como una de las formas posibles, el protagonismo de sujetos y grupos que elijan, tomen decisiones, las pongan en práctica, las evalúen y vuelvan a elegir (también a nivel de comunidades y regiones).

Decimos que esta debe ser “una de las formas posibles” porque creemos que, aunque hoy nos parezca algo difícil de imaginar, la co-existencia de diferentes gobiernos en un mismo territorio es uno de los desafíos a asumir para que la diversidad de formas en las que podemos ejercer el buen vivir se potencien sinérgicamente y no se anulen unas a otras.
Esta co-existencia no es un proceso sencillo, pero hay una condición simple para que pueda desarrollarse: ninguna de las formas debe implicar la aniquilación de otra para asegurar su propia existencia.

En el campo de lo social nos toca reencausar los conocimientos sobre el sujeto, las relaciones, las formas en las que funcionamos socialmente, las formas en las que aprendemos, cómo definimos nuestras necesidades y cómo las satisfacemos entre otros.
Parte de este desafío es separarnos críticamente de las formas enfermizas bajo las que funcionamos actualmente: individualismo exacerbado, incapacidad de generar vínculos sanos, miedo desproporcionado a lo diferente, percepción separada de mi con respecto al mundo.

Formas que nos desresponsabilizan de las consecuencias de nuestras acciones, nos colocan en un lugar separado de todo aquello que quisiéramos que fuera de otra manera y así nos hacen perder nuestra potencia de acción para crear las formas que sí elegimos vivir.
Otra parte del desafío es rescatar esos conocimientos e integrarlos con los saberes ancestrales, los saberes raíz, que han sabido cuidar quienes no están totalmente inmersos en las dinámicas del capitalismo moderno. Saberes que no están de moda, pero todavía están presentes en la conciencia colectiva: solidaridad, organización comunitaria, horizontalidad, ética, cuidado de los más débiles, sentido de comunidad, equilibrio, entre otros.

Necesitamos integrar los nuevos conocimientos y tecnologías con los viejos saberes del bien común para poder que todas y cada una de nuestras acciones propongan experiencias que le den realidad concreta a los mundos en los que queremos vivir.

Juego, grupo y transformación social
CUJUCA!!
¿Qué?
Estamos perdiendo los juegos callejeros
Minga!
Pero nosotros los recuperaremos!
Esaaa!
Por el derecho a Jugar!
A jugar! A jugar! A jugar!

Este grito da inicio a las Cumbres de Juegos Callejeros en la Casona de Humahuaca, en el barrio del Abasto. Los múltiples encuentros que se sucedieron a partir de estas propuestas, incorporando cada vez más organizaciones y vecinos en la organización, fueron generando visiones compartidas de las necesidades del barrio. Particularmente el espacio público y la salud mental comunitaria son dos de los temas que abordaron generando estrategias e intervenciones con resultados muy valiosos.

Juegos tradicionales, psicodrama, reuniones, espectáculos, ferias, radio en vivo, teatro del oprimido, danzas y canciones y muchas otras actividades fueron parte de este proceso de organización barrial que además de generar nuevas formas de vínculos y de encuentro, abrieron nuevas alternativas para la gestión de las cuestiones barriales.
Tan simple y potente resultó esta dinámica de intervención que ya ha sido apropiada y adaptada en muchísimos lugares de Argentina y de Latinoamérica.

En el campo de la recreación, el juego y lo grupal son dos de los modos más potentes con los que contamos. Pero ¿cómo funcionan para aportar a la transformación social y a la construcción de otros mundos posibles?

En los grupos, la particularidad del hacer juntos para lograr objetivos o satisfacer necesidades va generando un conocimiento propio del aquí y ahora de cada grupo. El carácter social de la producción de esos conocimientos permite integrar las experiencias de vida de las personas, articulando una síntesis superadora en la que los conceptos se van haciendo más concretos y ricos en contenidos reales.

Se va creando un nivel simbólico que proporciona un marco referencial común que orienta la acción. Al recuperar todas las experiencias aportadas por las personas, este marco pide la participación de todxs en relación a sus posibilidades y desafiándolxs a superarse.

Se superan los falsos antagonismos entre el que sabe y el que aprende, la teoría y la práctica, el que puede y el que no puede. Disociaciones jerárquicas que funcionan como base para la dominación y la desigualdad.

Las experiencias grupales nos permiten experimentar nuestra capacidad de transformación a la vez que creamos cosmovisiones y cosmovivencias colectivas.

El juego, por su parte, instala un círculo mágico donde el tiempo y el espacio dejan de “comportarse” como en la vida cotidiana. No sólo a través del juego podemos transitar entre la realidad ordinaria y otras realidades. También las artes, los rituales, los deportes y otras actividades logran “frenar el mundo” cotidiano (siempre que sean emprendidas como fin en sí mismo y no como medio).

Todas estas formas abren la posibilidad de que nos convirtamos en los seres plenos que soñamos ser. Seres libres. Libres de opresiones, de contradicciones, de violencias y de la vorágine en la que vivimos una gran parte de nuestra vida.

Nos referimos a una libertad que por definición, no puede venir de afuera, sino que viene de adentro. Una libertad que no es ajena ni perfecta, una libertad que podamos intuir y poner en práctica en el contexto de nuestras vidas y que se exprese en nuestros actos.

No podemos vivir constantemente en el círculo mágico del juego. Pero sí podemos crear desde esos círculos mágicos guías para la acción en lo cotidiano. Formas de conducta y acciones concretas que nos permitan encarnar nuestras más dignas aspiraciones como sujetos, como grupos, como comunidades. Guías que nos permitan conectar el tiempo mágico del juego con la vida de todos los días.

Esta conexión no sólo nos permite enriquecer nuestras posibilidades con las experiencias vividas en el juego. También nos permite darnos cuenta de que podemos cambiar y reinventarnos, que podemos crear y recrear mundos, que podemos elegir nosotrxs mismxs cómo ser y cómo vivir.

Creemos que es estéticamente bonito, es éticamente correcto, es políticamente liberador y es actualmente necesario.

* Alejo Montoya Saab es Técnico en Recreación y Educador Popular. Trabaja en espacios de formación para colegas y en acompañamiento de procesos organizativos en diferentes ámbitos. Actualmente participa de un proyecto educativo, productivo y comunitario llamado «Ahora es Cuando».
Mail: caminandolaesperanza@gmail.com
Facebook del proyecto «Ahora es Cuando»: www.facebook.com/ahoraescuandosanvicente