Entrevista a Alicia Bardaj “La recreación no es una suma de juegos”

–Entrevista–

Por María Pía Caracotche, Mabel Puente, Sergio Frugoni
Colaboración: Julia Goldberg


Alicia Bardaj nació en la ciudad de Buenos Aires. Estudió Ciencias de la Educación en la UBA. Dedicó su carrera profesional al estudio y a la práctica en el campo de la Recreación Educativa. Vivió varios años en Italia. A su regreso, fue convocada para formar parte del primer equipo docente del ISTLyR, en la carrera de Tiempo Libre y Recreación, dando origen a la actual cátedra de Recreación y Educación. Fue directora de la colonia Zumerland, capacitadora de educadores en diferentes ámbitos, fundadora de espacios de Recreación en escuelas medias, docente de prácticas profesionales de varias generaciones de estudiantes y actuales graduados y graduadas del ISTLyR.


Los Inicios del ISTLyR

SF: Como este es el primer número de la revista digital del Instituto Superior de Tiempo Libre y Recreación y pretende ser un panorama de su historia, de lo que hay y lo que sucede, nadie mejor que vos para ser la primera persona entrevistada.
AB:
Yo cuando Pía me llamó y después me llamaste vos, y algo me contaron, pensaba cómo uno ve la historia y lo que pasó a través del tiempo. Una de las cosas que pensaba que tenía que aclarar es que esto es mi relato, son mis vivencias, mis recuerdos teñidos de subjetividades varias, por cosas que el tiempo va sedimentando. No es objetivo, es lo que yo siento, lo que a mí me pareció. Además, a mí me pasaron cosas muy fuertes en el Instituto.

Yo entré a los treinta y nueve años, tenía una historia, una carrera en Recreación. Mi generación, la gente que trabajaba en este campo, soñaba con un lugar público donde uno se pudiese formar. Yo me formé en la Colonia Zumerland, en los seminarios que daba Pepe Paín y otra gente muy valiosa. Unos eran unos artista inmensos que sabían poco de pedagogía pero que venían y hacían expresión corporal con Patricia Stokoe, aprendimos teatro con Carlos Citrinowsky y Felisa Yeny, una de las dueñas del Payró. Gente muy grossa, gente de izquierda, gente comprometida. Me acuerdo la primera canción que aprendí en la colonia, fueron canciones de la guerra civil española a los nueve, diez años. Lo más parecido que yo encontré a la colonia es la escuela de la Señorita Olga: gente ideológicamente muy clara, con ideales importantes, universales. Con una literatura que yo no hubiese tenido acceso por otro lado. Entonces, cuando íbamos a los quince, dieciséis años a la colonia, bajábamos en la ruta, íbamos caminando veinticinco cuadras en el barro a formarnos, y encima pagábamos por eso, éramos pocos y decíamos “cuándo esto va a poder ser para todos”.

Un día me llamaron por teléfono, yo estaba trabajando en Zumerland en Capital Federal y un muchacho que se había inscripto, que era maestro de la colonia, me dijo “Alicia vos tenés que ir ¿cómo no estás?”. Después me llamó la vicedirectora de ese momento, no sé si Pablo Waichman le habría dicho –fui compañera mil años de Pablo del ICUF-. Me llamaron, yo estaba tapada de trabajo, tenía tres chicos muy chicos, tenía que ir a la noche a Santa Fe y Laprida, que era como irse de “Liniers a Estambul”; era duro pero era mi espacio.

Me dieron el índice de un libro de Introducción a la sociología para la materia Núcleos Problemáticos. Ahí me desesperé, no tenía idea. No soy maestra, he formado gente en la colonia, en el ICUF, en otros lugares no formales. Desde la escuela secundaria no pisaba una institución educativa así. Al principio fue fuerte, y después hubo que empezar a buscar en lo que uno aprendió, darle forma a un programa que tenga que ver además con las otras materias. No teníamos idea qué iba a pasar al otro cuatrimestre porque no había nada, todo se fundaba. Se fundaba el segundo ciclo, el tercero, el cuarto, el quinto. Era todo muy a carne viva.

A mí me parece que una de las cosas más interesantes fue poder escuchar a los estudiantes. Yo le tengo mucho respeto a la palabra de los estudiantes y me parece que todo se empezó a armar ahí. También empezamos a trabajar con otros profesores, teníamos dos horas por semana para reunirnos. Eso fue muy importante, nos permitía compartir, podíamos preguntarnos y no mostrar que todo estaba bien -que no estaba- sino mostrar las preocupaciones y las miserias que teníamos cada uno y las desesperaciones para empezar a trabajar ahí. Noches en que nos quedábamos en el bar de la esquina viendo cómo hilar, cómo enganchar, cómo trabajar. Marta Langer, Marina Lebenson hicieron aportes muy interesantes, pudimos armar el tronco de “núcleos problemáticos” para decir “vayamos todos por el mismo lado”. Aparte nadie nos conocía. Luego llegaron Fernando Luege, inmenso compañero y profe, y Cristina Dieguez, con un aporte y una mirada muy interesante.

SF: Me imagino que en ese momento ustedes imaginaban cómo sería el perfil de un egresado en Recreación. ¿Qué respuestas se daban ahí?
AB: Éramos varios grupos, no pensábamos todos igual. Estaba la parte de los profesores de Educación Física, más dura, que tenía además otras historias con la conducción. No se juntaban con nosotros, que éramos medio de izquierda y muchos judíos. Hemos tenido una denuncia por judíos, homosexuales y comunistas. Pero cuando empezamos a trabajar en qué queríamos, lo más parecido era un Técnico que pudiera ser comprometido, que pudiera hacer lecturas grupales, que pudiera planificar. Después empezamos a hilar mucho más fino. Muchas veces la críticas que nos hacían los estudiantes era que si ellos no tenían prácticas cómo iban a lograr hacer todo eso. Encontrar lugares para las prácticas era muy dificil: no habían, no nos querían, nos echaban, más o menos había que pagar para ir. Fue un trabajo muy arduo, hasta que contactamos algunos lugares que nos habilitaban. También tenía que ver con los contactos que tenía uno, el profesor de prácticas iba buscando lugares que nos necesitasen, o que no les molestase lo que hacíamos, Fue muy dura esa etapa. Cuando se empiezan a armar proyectos desde el Ministerio de Educación fue otra historia. Hay lugares y uno ofrece, pero antes no teníamos qué ofrecer. Para los pibes también era muy duro, porque los estudiantes querían practicar y qué vas a practicar, dónde vas a poner una nota. Era falso, si no estaban las condiciones mínimas.

PC: En ese primer tiempo ¿Qué climas había en el Instituto? Yo lo recuerdo como estudiante ¿Cómo lo recordás vos, cómo se vivía desde los docentes?
AB: Los grupos tenían mucha polenta, mucho compromiso; se leía, se iba, se hacía. Lugares para las prácticas buscaban los estudiantes y buscábamos nosotros. A veces había bronca porque los estudiantes traían lugares piolas y por ahí al docente no le convenía y decía que no. Había un buen clima, había gente con mucho compromiso, había gente –ahora también lo hay- increíblemente interesante. El esfuerzo mayor era poder abrir las orejas y escuchar lo que la gente traía. Eran cosas muy ricas. Había trabajadores sociales, gente de psicología, maestras jardineras, gente que estaba intentando y buscaba, había gente que tenía trayectoria en recreación, había gente de los scouts. Yo aprendí muchísimo de los scouts, mucho más rico que el estereotipo que yo tenía.

Lo que aprendí en el Instituto fue que lo mío era un recortecito, que había tanto para aprender. Yo creo que el aporte de los que hicimos la Colonia fue valioso pero hubo tantos otros aportes importantes. El Instituto me abrió la cabeza. Fundamentalmente los pibes, las pibas y otros profesores que venían con otras experiencias. El clima era intenso. Después hubo todo un movimiento para que se hagan elecciones democráticas. Ahí hubo un grupo de gente que trabajó a la par; fue una historia interesante que ubico al Instituto en un lugar totalmente distinto. Después vinieron otras historias, pero ese fue un trabajo en conjunto de estudiantes y docentes que fue una maravilla. Un sello de lo que el Instituto puede generar. Yo creo que el Instituto tiene un aura, un halo, es un espacio donde a veces se pueden concretar las utopías. No con todo, ni con todos los alumnos, ni con todos los profesores, pero sí en general, como colectivo. Hay cosas que se pueden hacer, por compromiso, por amor, por convicción. Yo no sé si hay tantas Instituciones que permiten eso. Que sea pública no es un detalle menor, tiene que ser a la fuerza democrática. Habrá mejores o peores periodos, pero tiene que ser democrática. Si en el Instituto no se hace uso de la libertad, cerremos las cortinas. Yo creo que eso se lleva puesto. Es un aprendizaje vivencial, no de palabra. Uno tiene que respaldar con el accionar lo que uno piensa; por más que hagas una teoría genial, si en la práctica no sos coherente con eso, no sirve.

Pepe Paín decía que de las ideas locas pueden salir ideas cuerdas que se pueden poner en práctica, pero de las ideas chatas lo único que uno va a sacar es chatura. A mí me parece que el Instituto permite eso, tener ideas locas y elegir las mejores para concretarlas. Cuando nosotros empezamos a hablar de Janusz Korczak era una locura. Fue la proyección de la película, varias proyecciones, trabajo con estudiantes, fue un libro y se sigue trabajando. De esas epopeyas hay muchas, el Instituto permite eso.

MP: Vos decís que hay un sello personal del Instituto. Me parece que el desafío está en que eso se pueda conservar, que no caigamos en ciertos corsets de moda o de no moda. Hay que defender ese sello distintivo de una forma de enseñar y aprender.
AB: Yo creo que por eso nuestros estudiantes son, en su mayoría, tan creativos. El que quiere y lo puede aprovechar, tiene con qué. A mí a veces me sorprendían algunas cosas que se les ocurrían. Por ahí, en voz baja me felicitaba “bueno algo tuve que ver para que se permitan pensar y fantasear y después concretar eso”. Después no tenía nada que ver, a veces eran temas que yo no tenía ni idea. Cuando hice el ultimo Seminario de Actualización habían temas que yo aprendía con ellos; lo que yo pensaba era que podía darles cierta metodología, orientarlos, u orientar a quiénes tenían que preguntar. Qué posibilidad tan linda permitir hurgar, buscar, pensar y después armar un trabajo.

Las experiencias de las prácticas

PC: Vos tuviste lugares de prácticas muy queridos, me encantaría que contaras algo de las dos últimas escuelas, algunas cosa que recuerdas, o una foto que uno puede traer y contar un poco qué pasaba ahí.
AB: Yo soy Perito Mercantil porque elegí no ser docente. Ahora me da cosa, pero después con el tiempo, análisis mediante, me di cuenta de que yo quería trabajar en la educación desde un lugar que no fuera la escuela. Para mí la escuela primaria no fue muy grata, fue bastante dura, no tengo recuerdos lindos, por eso y por otras cosas. Yo me amigué con la escuela cuando fui a hacer prácticas en la escuela que está en frente de la villa 20, la de Lugano. La escuela de Norma Colombato. Para mí fue una experiencia impresionante, porque Norma era una mujer excepcional. Nos habíamos formado en épocas parecidas y teníamos miradas que se complementaban muchísimo. Fuimos excelentes compañeras dos veces por semana durante siete años y lo que logramos hacer con los estudiantes en esa escuela, desde que cuando empezamos nos escupían de arriba y había que esquivar los escupitajos, a que los pibes se peleen porque ellos querían tener recreación y después hacer recreación con toda la escuela. Hacer fogones con esos baldes de lata que dan las estaciones servicio, hacer campamentos con esos chicos. Fue una experiencia muy fuerte, fue entender la escuela desde adentro, fue repensar algunas cosas. Yo trabajo o trabajaba la recreación como parte de un proceso educativo, para mi recrear es educar. Pero entender la escuela desde otro lugar, y entender a la recreación dentro de la escuela. Siempre es el tiempo libre, el tiempo ocupado. Ahí era un tiempo que era necesario trabajar desde otro lugar. Usar las herramientas de la recreación para rearmar vínculos, para armar un grupo, para poder pensar sacando las sillas de lado y sentarse en el piso o en el patio. Pasamos momento dificilísimos en la escuela, pero pudiendo acompañar, pudiendo trabajar. Para mí fue un cambio total, ahí yo trabaje con Norma, con Silvia Duchansky. Eran épocas muy bravas, los pibes estaban muy mal, había mucho hambre. Yo creo que ese espacio que creamos era un espacio como acolchado, como un bálsamo para todos, para Norma, para los profes, para los preceptores. Pudimos armar un equipo. Cuando Norma se jubila para mí se terminó la etapa en la escuela y ella me pidió que vaya a la Escuela 2 del 20, que ella había sido madrina de esa escuela. Y también fue una experiencia muy interesante. La recreación tiene un espacio en la escuela, tiene un espacio fuera de la escuela para esos chicos y tiene un espacio para los profesores. Al principio fue muy duro, pero con el tiempo los profesores pudieron entender de qué se trataba la Recreación, que no eran jueguitos para entretener. Fue arduo, llevó años pero creo que fue valiosísimo, que entendieron que era una forma distinta de entender a los pibes, a los jóvenes, era una forma de trabajar distinta. Para la escuela el Instituto es un lugar de mucho respeto, de mucho cuidado. Más que nadie entienden todo lo que hay que saber para trabajar en recreación. Hay una especie de admiración de “ellos si saben”, las horas que yo dejé las tomó una egresada del ISTLyR, mejor que eso imposible. Te tienen que dejar lugar en la escuela, te tiene que tocar un Director, o una Directora, que tenga una mirada amplia, generosa, que tenga compromiso.


MP: Vos hablas como huella lo que fue Zumerland y estas escuelas, ¿encontrás en tu recorrido como docente o de formación personal alguna otra práctica, alguna otra experiencia aunque haya sido pequeñita, que para vos haya significado una huella que te marcó algo distinto, tomar un nuevo rumbo, incorporar un conocimiento, algún desafío?
AB: Yo trabajé muchos años asesorando un jardín de infantes y ahí lo lúdico está a flor de piel, el trabajo con padres, formar a gente que no era de la colonia. Es otro idioma, es distinto. Trabajé también en 1973, desde la Facultad de Filosofía y Letras, en villas de emergencia. Con Emilia Ferreiro haciamos un trabajo con chicos que tenían que ingresar en primer grado y no habían hecho el jardín. Ahí trabajé dos años, fue ver cómo la recreación a mí me permitía tener un trabajo grupal para poder trabajar cosas que las había visto en la facultad pero nada más, porque no soy especialista en alfabetización. Eso me habilitaba a trabajar con gente que sí sabía mucho más que yo, éramos equipos de dos, de tres y entre todos sacábamos el trabajo adelante. También fue importante haber trabajado cinco, seis años en el Hospital de Niños de San Justo con la psicopedagogía: qué pasa con los chicos que no pueden, también te da otra mirada. En recreación hay que tener mucho cuidado con los líderes brillantes. ¿Qué pasa con el que no es brillantes? El que es brillante, que brille. ¿Qué pasa con los chicos que tienen dificultades, que no pueden, cómo te acercás, cómo ayudás a ese proceso, cómo ayudas a que se integren? Fueron marcas. Yo creo que no tuve trabajos que no me dejaron marcas.

Las lecturas y la formación en Recreación

PC: Quería preguntarte sobre Cartas a una profesora de Lorenzo Milani y la Escuela Barbiana. Siempre mantuviste una línea con ese libro y los materiales teóricos. ¿Por qué los elegis, qué te parece que aportan a la Recreación esas lectura?
AB: Por dos motivos. Yo muchas veces me planteé cambiar la bibliografía, con mucho dolor, pero cambiarla, y cuando se los planteaba a los estudiantes me decían que no, que cómo no iba a leer eso alguien que se está formando. Yo no sé las veces que habré visto la película de la Señorita Olga y las veces que leí Cartas a una profesora. Cada vez que leía y trabajaba eso en clase le encontraba otro significado. Yo creo que ahí está lo político, y para mí educar es política, jamás hablé de un partido político pero sí como en Barbiana dice “salir de un problema solos es avaricia, salir todos juntos es político”. Yo creo eso, y a mí me importaba transmitir eso. El compromiso, la participación, el que todos puedan jugar una vez un rol y no siempre el mismo, que todos aprendan a ser una vez conductores y otra vez colaborar. A mí me parecía fundante que puedan entender que detrás de un juego, detrás de una actividad, estamos diciendo otras cosas. A veces uno es muy ingenuo, y hay que poder mirar más allá, con ese juego ¿qué querés? ¿para qué? o tal actividad o ver (la película) La ola. Más allá de la película, qué lugar, o qué poder tiene un educador frente un grupo, y ser consciente de eso. O algo más chiquito: qué pasa cuando a un chico no lo saludas, qué pasa cuando a un chico no lo acaricias, y cómo un educador puede por un gesto arruinarle el día al un pibe y cómo, con otro gesto, alegrárselo. Hay que escuchar con respeto las palabras tan adecuadas con que Leticia Cossettini en la película puede hacer el diagnostico de un grupo. Después no tenés que explicar nada.

En la colonia, a los trece años, yo leía Banderas sobre las torres, de Mackarenko, y era fascinante. Se veía a la Unión Soviética desde otro lugar, bastante más querible, pero igual Mackarenko es denso, duro de leer. Pero poder entender eso y entender cómo a él le importaban sus pibes y cómo los cuidaba y les iba dando espacios para que ellos decidan. Más allá de todo lo otro que ahora uno conoce. Yo crecí con eso. Pero aparte leía a Romain Rolland, Jacques Prevert y todo el neorealismo italiano. Era otro mundo, no había celulares, había escasos teléfonos, era otra cosa. Por eso decía antes que pensar en la recreación hoy es un cambio fuerte. Hay que pararse y rescatar lo mejor que uno hizo y aggionarlo porque hay otra adolescencia y otra niñez. Pero en los valores de formación de los educadores, no sé si hay mucha diferencia. Cambiaran metodologías, pero vos querés una persona que sepa lo que quiere, que sepa adónde va, que sea responsable de la tarea que tiene que hacer. Y cuanto más lea, y cuanto más mire películas y cuanto más vaya al teatro y cuanto mejor se forme, le va a hacer mejor porque va a ser una persona más plena, más curiosa. Eso es importante, a mi me asusta a veces cuando uno se queda solo con el jueguito. El jueguito es bárbaro, pero sólo no. Yo tengo muy claro que la Recreación no es una suma de juegos. Es más, uno se compra un buen libro de juegos y los encuentra, hay que saber buscar también, no es peyorativo lo que digo. Pero uno tiene que tener un background anterior que te permita seleccionar los juegos.

MP: Lo que nos ocurre cuando trabajamos en Recreación es que por más que tengamos el mejor libro de juegos, ese mismo juego lo estás recreando. Jamás lo hacés como esta descripto en el libro siempre tenés un alguito que cambiaste, que agregaste.

PC: Eso tiene que ver con que uno piensa el juego dentro de un proyecto, entonces tendés a cambiarlo porque te tracciona el sentido de ese proyecto.

MP: Por eso me parece que es tan distinta la mirada que tienen los colegas de Educación Física del tema, donde la materia de Recreación en el trayecto de formación es el fichero de jugos, o de dinámicas, o de canciones de ronda y da lo mismo acá o allá.
AB: Sí, pero un buen Técnico en Recreación si aparte es profesor de Educación Física también es una fiesta. Yo conozco profes de Educación Física que son excelentes Técnicos en Recreación, y conozco profes de teatros, gente que hizo teatro y aparte Técnico en Recreación y es una fiesta. Cualquiera disciplina que vos acompañes es genial. O alguien que maneje la investigación, cómo se conoce y cómo se investiga, eso con un grupo que te vas a la plaza o te vas de campamento, también es un festín. Yo trabajaba con los pibes en la escuela cualquier hecho, Maradona o algún tema que había explotado en esos días. Cómo si trabajas en Recreación no lo vas a tomar; entonces lees diarios, y lees tres diarios distintos. Y ves por qué Clarín es Clarín y por qué La Nación es La Nación y por qué Página/12 es Página/12 y por qué hay tres relatos distintos o dos, y por qué esto y por qué lo otro. Y armas una actividad que no tiene que ver con el juego en sí. Pero jugas con las ideas, jugas con distintos planteos, sacás conclusiones. A mí me parece que es una obligación que un pibe sepa los pasos mínimos del método científico para poder alcanzar una idea, o que se pueda hacer una buena pregunta. Si te vas de campamento, qué diferencia hay en que seas un turista o un acampante que intenta comprometerse con el lugar donde vas a pasar unos días. Pero te tiene que importar que ese chico sepa de qué vive Lobos, porque vas a Lobos o donde fuere. Y desde qué arboles hay, hasta qué animales y de qué vive la gente. Si querés un pibe sensible. Ahora bien, si estás en un lugar, hacés tu actividad, hacés jueguitos, la cola del zorro, luces y sonidos, y después te haces un flor de fogón y estas chocho de la vida, el pibe podía estar ahí o a doscientos kilómetros, o a mil, era lo mismo. Y eso tiene que ver con qué personas querés formar, o ayudar a que se forme.

De las herramientas, los aciertos y los límites

SF: Vos usás la figura del “radar”, decís que el Técnico en Recreación es como un radar que va captando cosas y sobre eso trabaja. ¿Cómo se enseña eso?
AB: Pepe Paín nos decía eso en las charlas que teníamos hace cincuenta años o más, y nos decía que un maestro tenía que tener radares como para poder captar los intereses de los pibes. Después eso hay que devolvérselo a la manera de un proyecto. Y a mí me parece que hay que saber escuchar muy bien, creo que hay que intentar no ser literal. A veces los pibes dicen “yo quiero hacer un mural” y por ahí lo que el pibe quiere decir es que él quiere tener una presencia importante en ese lugar. A mí me parece que tiene que ver con la posibilidad de escuchar, de leer mas allá de lo literal, de poder proponer actividades donde los pibes puedan expresarse y contar lo que ellos quieren y no lo que uno quiere escuchar. Yo creo que es un trabajo doble: uno, pensar actividades lo suficientemente abiertas como para que los pibes puedan, y dos, no obligar -inconscientemente- a los pibes a decir lo que uno tiene ganas de escuchar. Y tener una lectura abierta, muy despojada. Por más que a uno le parezca eso un plomazo, no conozca, no sepa o no le guste. Pero eso es lo que ese grupo quería. Hoy puede ser otra problemática. Pero yo con los pibes de la 2 del 20 podía charlar el tema de las adicciones sin la cosa moralina, sin hacer un taller, pero podían contar qué les pasaba y después ver de qué manera podíamos trabajarlo. Eso puede darse porque hay un espacio que se construye entre todos de mucho respeto, de confidencialidad y además porque uno está. Yo creo que eso permite que los pibes se suelten. No para hacer terapia, sino para ver después por donde vamos. Un año lo sacamos a través del cine; se armaron varios videos acerca de qué pasaba en el barrio con la droga, con la cana y con ellos. Después se trabajó con el equipo de la escuela, pero para que eso salga, uno tiene que armar una situación donde ellos se sientan tranquilos, confiados y que sea algo grupal y no individual.

MP: Muchas veces se pretende, con la mejor intensión, abrir el juego a un montón de cosas que después pueden quedar descontenidas. Entonces me parece que ahí también hay una alerta rojo a considerar en la formación. Tenemos un montón de herramientas, pero también todo tiene un límite, necesitamos de otro que sabe de algo más que vos. Que tengamos los recursos que nos habiliten y el tipo de vinculo que hace que el otro se sienta cómodo y hable, o cuente, o comparta, no quiere decir que nosotros podamos o debamos poder con todo eso.
AB: Hay gente que es muy pertinente, y hay alguna gente que porque hizo una actividad y salió linda y los pibes se pusieron contentos cree que el trabajo el trabajo está hecho, y eso es un riesgo. Porque creo que siempre es mejor una persona que sea especialista en el tema, que lo sepa más que nosotros. Si no ahí sí puede ser riesgoso.

PC: ¿Si vos tuvieras que decirle o sugerirle algo a la gente que se está iniciando en este recorrido, en esta profesión, que le dirías?
AB: En el Instituto, les diría que lo aprovechen porque es un espacio hermoso, con conflictos, pero hermoso. Puede pasar que no encuentren horarios, que la comisión esto, que el profesor aquello, pero me parece que es un espacio para aprovechar y disfrutar. Me parece que hay que aprovechar lo que tenemos, que fue fruto de mucho trabajo de estudiantes, de profes, de conducción y que seguirá, por suerte, con mucho trabajo futuro para que el Instituto siga adelante. Como profesión, me parece a mí hermosa, la volvería a elegir mil veces. No me cabe duda de que si tuviera que volver a pensar qué me gustaría hacer, sería lo que soy, mejor por supuesto, pero elegiría la Recreación como espacio.

Y a los que son Técnicos en Recreación o trabajan en recreación ahora, les diría que les tocó un momento buenísimo. Que no se tienen que presentar diciendo quiénes son, que ya saben, que eso lo han hecho otros Técnicos y otros profes. Y yo ahí me saco el sombrero por el Instituto como colectivo: los estudiantes, los profes, la conducción que hizo este camino. Que lo aprovechen, que hurguen, que se especialicen. Que el Técnicos en Recreación también es un punto de partida. Es de llegada, pero a su vez de partida para seguir profundizando. Yo me daba cuenta en el seminario que daba casi al final de la carrera que hay gente que se empieza a interesar por la recreación pero con la psicomotricidad, la recreación con adultos, la recreación con familia, la recreación con miles de cosas, y hacían trabajos excelentes. Me parece que es muy bueno que el Instituto tenga ese espacio, yo aprendí muchísimo. O la gente de teatro, cómo entrelaza contenidos de la formación de teatro con la de recreación y hace aportes interesantísimos. O la recreación y la literatura , es un capitulo inmenso, o el cine. Yo creo que es un punto de partida para seguir hurgando, viendo. Yo creo que la gente de recreación es increíblemente creativa y se les ocurre cosas impensables. Que hagan realidad las utopías.

Escuchar “El origen del mundo” de Eduardo Galeano, leído por Alicia.